Rincón Literario

A Nuestro Padre Jesús del Perdón


Viene mi Cristo caído, una mano la desploma sobre la roca, y la otra abraza la cruz. Aún cayendo, aún si fuerzas, torturado, y no sueltas la cruz.

Señor, tu que abrazas el madero, ojala nosotros fuésemos capaces de imitarte cuando las cruces nos aplastan la vida.

Es Jueves Santo, Cristo sufre y padece, pero el barrio de San Pedro se desborda en devociones y rezos para aliviar hecho sudario, la cara de su divino nazareno.

La decadencia, la pobreza y el olvido,
ondeaban en las sábanas tendidas de
los cordeles de los patios de San Pedro.

Un barrio que se condenaba a enmudecer,
como ya lo hicieron sus verbenas,
sus huertos, sus decenas de panaderías,
sus comercios, su vida.

Llegaste hace veinticinco año,
y tu barrio, cabizbajo,
limpió las lágrimas de sus ojos,
levantó la cabeza y te miró.

Te miró Señor caído,
y quiso levantarte del suelo,
el barrio olvidó sus penas,
para poder ser tu consuelo.

Todo el barrio fue sudario en manos de la Santa Mujer.
Todo un barrio se hizo aliento, alivio, agua de tu sed.
Todo un barrio se hizo piedra, apoyo, beso y penitente.
Todo un barrio se hizo abrazo,
para levantar a su Cristo doliente.

Y es que en tus caídas Señor,
estremeces los patios viejos,
tus manos hacen renacer,
al barrio de los panaderos.

Que vas caído Señor,
Y cae contigo el firmamento,
caen contigo las estrellas,
en congoja y desconcierto.

Lleva el Cristo del Perdón,
su cuerpo llenito de llagas,
tiene las sienes abiertas,
y la espalda destrozada.

Tres veces cae mi Señor,
y su barrio lo levanta,
no quieren ver a su Cristo,
que por perdonar se desgasta.

Viene el Señor de San Pedro,
caído su cuerpo a tierra,
la cal viva de los patios,
sangra herida de la pena.


Que va el romero llorando,
y un rosal como estremecido,
que el llanto tiñe claveles,
y el desgarro quema los lirios.

Caído el Señor de San Pedro,
su cara es “toito” dolor,
caído el Dios de San Pedro,
cae mi Cristo del Perdón.

Jose David Muñoz Oliva - Extracto del Pregón Oficial 2010


Salve a María Santísima de la Salud


Dios te salve Reina y Madre,
que eres Salud del enfermo,
eres Tú la dulzura y
esperanza de este pueblo,
que te quiere y te venera,
Madre de Dios Nazareno,
que caído por la tierra,
va perdonando a tu pueblo.

A tí acude rezando
todo el barrio de San Pedro,   
buscando tu manto blanco
en los momentos de duelo,
tus dulces ojos de Madre
que lo calmen y den consuelo,
y siempre bajo tu amparo
protegidos estaremos.

Ea, pues Señora nuestra,
danos Salud de alma y cuerpo,
para seguir tras tus pasos
al Perdón del Nazareno.

Oh, clementísima y piadosa,
atiende Tú nuestro ruego,
Fuente y Salud del enfermo.